martes, 29 de septiembre de 2009

El día que nos partió un rayo...


Recuerdo que estuve un buen rato… un rato muy largo hablando con Mateo, o eso me pareció… con ese sol tan picajoso de la tarde pegándome, al menos a mí, de una forma molesta… y no pude evitar la sensación, sobretodo hacia al final, de… cómo le diría a usted… que alguien agazapado nos miraba.”

“¿Les miraba? Desde dónde.

Desde arriba.

Desde arriba… dónde.

Yo creo… que desde una ventana de la Estación.

¿La Estación?

Eso es.

Pero la Estación debe de estar unos 15 km más arriba… de donde usted dice que estaban…

Pues… no sé. Sería desde una ventana.

Una ventana…

Una ventana de algunas de las casillas que hay por allí.

¿Sería otro pastor…? ¿O alguien que vive por allí?

No. Allí ya no vive nadie más.

(…)

“Dígame… entonces dice que perdió a su mujer hace 5 años… Cómo fue.

Sí. Fue una de las veces que subía el ganado a la montaña.

¿Cuando hacía esto? ¿En verano…? ¿Lo… lo hace a menudo?

Aproximadamente, cada 15 días… A lo mejor me subo 3 o 4 días, si está flojo por aquí… a donde lo verde. Y luego me las bajo.

¿…Subió entonces a la Estación?

No. Sólo subí a la montaña.

Cómo fue lo de su mujer.

Pues… subí como le digo con las vacas… a la parte del Partorral. Que es donde más suelo ir. Bajo del Collado. Esta fresco y verde siempre, y muy pocos suelen ir por allí…

Ahá.

(Silencio)

Osea que hay bastante pasto…

Eso es.

(Silencio)

Siga.

Cuando bajé… se me habían llevado a la mujer.

¿Así? ¿Simplemente?

Como se lo cuento.

…En el pueblo me dijeron… que usted nunca ha estado casado.

Uno de ellos debió de ser. A ver, cómo quiere que le digan otra cosa.

Ya.

(Silencio)

Y qué sucedió arriba. En la montaña. ¿Sucedió algo… o notó algo usted raro, al irse, o antes de bajar?

Sí.

Qué fue.

¿Antes de irme, o arriba?

Cuénteme las dos cosas. Primero una, y luego la otra.

Bueno… la verdad es que los días anteriores… estaba el ambiente raro.

¿Raro?

Sí. Raro. Como cuando se nota… esa especie de “electricidad” en el aire. No sé si me entiende.

¿Como… antes de que empiece una tormenta?

Como… más bien como cuando se está esperando a alguien, y sabes que está a punto de llegar. Pero aún no llega.

Ya. ¿…Esperaban a alguien?

Yo, no.

¿Y su mujer?

Casi pondría la mano en el fuego… que tampoco.

¿Casi?

Sí, casi.

Qué pasó en esos días de antes. De antes de subirse.

Ya le digo, estaba el aire muy raro… como tenso. Sí, eso que dice usted de las tormentas. Apenas pude hacer nada de la faena en esos días. Me los pasé fuera, en el porche, esperando.

¿…Esperando…algo?

No. Sólo esperando.

En el pueblo dicen que se le suele ver a usted en ese porche que dice, casi siempre.

(Silencio)

¿…Y?

Pues no sé… si dicen eso…

Y dice usted que tenía la sensación de que iba a llegar alguien a la casa… ¿Les visitaba mucha gente?

Pues no mucha, la verdad.

¿Cuándo supo usted que alguien había llegado a la casa, y se había llevado a su mujer?

Pues… en la montaña me pasó algo. Como le decía.

Cuéntemelo.

Pues… fue cerca del paso del collado, en el Porcal. Un poco más abajo del Arrallán. Estaba con el rebaño… y me fui a dar unos pasos hacia el monte, por una arroyuela que baja de la antigua presa. No sé si lo conoce.

No.

Es una parte pelada, bastante pelada de cerros y majadas, que ya sube… hacia lo que es la montaña. La montaña de verdad, quiero decir. Queda a este lado de usted del collado… ¿sabe? Es una zona que le dicen las Peñas, y más arriba ya está el Monte Arrayo y toda esa parte.

Ya.

Eso es.

Por allí están los túneles de la antigua vía… ¿no?

Pues no. Los túneles quedan hacia la otra parte, la otra parte del Collado.

…Cuénteme qué le pasó.

Pues estuve caminado un rato arroyo arriba, por estirar un poco las piernas y buscar algunos endrinos y todo eso… Por distraerme, más que nada. Entonces me metí casi de lleno en el circo ese que queda debajo de la presa. La presilla. Es una zona muy amplia, un valle alto, y algo recóndito. Pero es curioso…

Y qué le pasó allí… relacionado con lo de su mujer.

No sé.

¿No sabe?

Que no sé si lo que me pasó está relacionado con lo de la mujer. Pero… para mí… a mí me parece que sí.

Qué fue.

Pues estaba dando unos pasos por allí, como le digo… y la verdad es que era una tarde muy plácida. Hacía buen sol, de ese sol picajoso que le decía… y se movía un poquejo de viento, en los árboles y “todo eso”...y yo me iba fijando en todo eso, un poco distraído… cuando algo me hizo volverme.

Qué fue.

No sé.

¿Pensó que le observaba alguien, de nuevo? ¿Alguien… agazapado?

No lo sé. Tal vez…

Y qué ocurrió.

Como le decía, algo me hizo volver. Miré un segundo. Fue como si me hubiera caído un relámpago, como un “rayo”, de un instante… y luego se fue. Estuve mirando un par de segundos para abajo, hacia el valle y “todo eso”. Y cuando me volví… fue como si toda la montaña retumbara. Como si produjese un estruendo… un ruido ensordecedor, todo alrededor, en todas las rocas, y los árboles.. en todo, ¿entiende? Como un gran temblor, pero sin haber temblor… ¿sabe? Como si viniera de todo eso, de debajo de la montaña, pero no proveniente de la tierra, sino de la misma montaña, de todas las cosas que hay allí… ¿Sabe?

Pues la verdad es que…

Como si… una cosa parecida, a como si todo aquello estuviera gritando mi nombre, todo a la vez, de forma estruendosa… y al cabo de unos segundos de mirarlo, paró.

…Ya.

Lo estuve mirando un rato quieto, a todo eso, pero todo había vuelto a la normalidad. Ya no hacía más ruído.

Es posible… que fuera alguna explosión, de alguna mina o cantera por la otra parte de la montaña?

No creo. No hay ninguna mina por aquí.

Y qué cree que fue.

No lo sé.

¿…Le había pasado antes alguna vez?

Sí.

¿Y qué hizo después?

Nada. Fui a por las vacas, y me las bajé.

¿Bajó esa misma noche?

No. Tuve que hacer noche en la Nava. No se baja de allí en una tarde.

Dice que le había pasado esto alguna otra vez antes.

Sí. Tenga en cuenta que nuestra casa está… Que le hace espalda a la Montaña.

(…)

Me dicen que le gusta a usted también ir a la Estación.

Me parece que hablan mucho… esos.

¿Pero es cierto? Dicen que le han visto por allí, no sé…

Sí, a veces voy.

¿Y eso?

Pues… a veces me gusta.

Se hace raro. Una Estación abandonada, y tan grande…

Al final del otoño, que hay tiempo de libre, y si hace bueno… pues a veces voy. Por allí.

Se me hace raro.

Es un sitio tranquilo.

Pero hay tantos sitios tranquilos por estas montañas… ¿No le apetece más… en esas tardes, bajarse al bar, por ejemplo?

A veces me bajo. Pero no me apetece eso, siempre. ¿Quién le dijo lo de la Estación?

Pues… su amigo Mateo. Por ejemplo. Entre otros.

Ya.

Me han llegado a decir que usted se hace hablando con gente que se figura que hay por allí.

Pues… no sé. Nunca he hablado con nadie. Por allí.

Dígame, ¿por qué le gusta la Estación?

No sé. Es un sitio grande. Está lejos. Y se ve abandonado.

Tres buenas razones.

Digamos que… al no usarse ya para lo que fue hecha… es como si hablara más claro. O justo quizás más oscuramente. De lo que fué.

¿…Si hablara quién? ¿La Estación?

Es un decir. Quiero decir que transmite una sensación... de esas cosas que le digo.

¿Y… ve allí a gente? ¿Se encuentra con alguien?

¿En la Estación?

Eso es.

Pues… no. Nunca he visto a nadie por allí.

jueves, 6 de agosto de 2009

En el Centro Comercial

…Decidí no quitarme las gafas de sol, pensando que así tal vez sería menos reconocible en caso de encontrarme con Clara, o de que ella me viera. Una idea bastante ridícula, pues un tipo con gafas de sol caminando por un centro comercial ya resulta bastante sospechoso y llamativo de por sí. Tomé un ascensor plateado –recuerdo que me fijé en eso-, y una pareja (una vendedora del centro y otro tipo) se subieron conmigo. Ella era bastante jovencita. Dijo:

- Pues he hecho esos dos exámenes, y la verdad es que espero que me salgan bien.
- Ahá –dijo él- ¿…Ah, sí?
- Me quedan otros dos. …Y por eso ahora tengo que aprovechar todo el tiempo que me queda por las mañanas para estudiar…
- Claro.
- …Con suerte apruebo todas las que me quedan de Cuarto… Jo, ¡me haría una ilusión!
- ¡…Que bien! –parecía que el tipo añadía lo que convenía, sin demasiada motivación, pensé. Ella miraba al frente, y él la miraba atento de reojo-
- Jo, si lo apruebo todo… menudo veranito me espera, si las apruebo… tío.
‘¿Veranito?’ –pensé yo. Debía de andar pensando en alto, porque ambos se volvieron. Al fin se abrían las puertas del ascensor, y salimos todos en la planta 4ª, ‘Complementos y Moda Femenina’… de hecho, una voz metálica nos lo anunció. Creí adivinar que el tipo volvía a asentirla con un ‘jo, qué bien’…

‘Joer, parece que no soy el único… que no acaba de aceptar que el verano ya se ha pasado’, venía aún pensando, aunque ya había empezado a andar por los pasillos intentando orientarme entre aquél laberinto de percheros y señoras de tardes desocupadas. ‘Jo, debía de hacer unos cuatro años que no venía por aquí’, pensé para mí, parafraseando de alguna forma a la ‘chica’ del ascensor.

…Creo que lo único que quería era asomarme al lugar, y comprobar que, efectivamente, Clara ya no estaba allí. En realidad, si la hubiera encontrado, no sé qué le hubiera dicho. Nada, porque el que un tipo como yo anduviera paseándose por una planta de complementos de señora o lo que fuera a aquellas horas de la tarde, no tenía ningún sentido ni explicación, a no ser que fuera que me hubiera escapado del trabajo para ir a comprarle unas medias a mi madre…

Otra señorita del centro, de buen ver (y no sólo ver) me miraba divertida mientras yo me sumergía en estos pensamientos, y pensé: ‘joer, no es tan raro que esté yo aquí, ¿no? ¿O será por las gafas de sol?’. Me las quité de un manotazo. Luego volví a mirar hacia la chica, pensando que tal vez me había sonreído por otras razones, pero ella ya estaba a otra cosa. Por momentos, me empezó a sobrecoger la impresión de que todo el mundo allí debía sospechar que yo estaba rondando por alguna causa turbia, y que en realidad no era posible que pensaran que había ido a comprarle unas medias a mi madre. De hecho, no estaba seguro de que vendieran medias en aquella planta. Una sensación absurda –caigo ahora en ello- porque quien más quien menos andaría por allí a sus asuntos…

Por fin, me planté cerca de un pilar recubierto de espejos de esos típicos que tiene ‘El Corte’, y reconocí el entorno de una caja que era en la que Clara solía trabajar. Me miré disimuladamente al espejo: no tenía buena cara –o lo que fuera- así que volví a ponerme las gafas de sol, y de paso me peiné un poco el flequillo. Me asomé hacia la caja: había una señorita de pelo rizado, pero cuando se giró de perfil, pude comprobar que -ciertamente- no era Clara. Luego eché un vistazo alrededor, y en efecto pude constatarlo: Clara ya no estaba por allí.

…Con una extraña sensación como… de paz interior (bastante absurda también), decidí alejarme, y busqué las escaleras a la planta de abajo. …Era de ese tipo de sensaciones que suelen seguir justo a un momento de ansiedad y nervios que se ha pasado (y que tal vez se ha creado uno solito sin venir demasiado a cuento…) como si se hubiera superado una gran prueba, y ya se pudiera ‘vivir’. …Sentía mi cuerpo en una suerte de ebullición, después de haber pasado por un trance de gran agitación, y eso era de alguna forma una sensación reconfortante…

La planta de abajo era de ‘Electrodomésticos y tecnología’ o algo parecido… Pese a todo, debía de ser que los nervios se me habían agarrado en el cuerpo, sin irse del todo, hasta tal punto de que un poco después, y por momentos, sentía ganas de vomitar. Busqué con la vista por si veía los aseos, y me acercaba a preguntarle a un dependiente, cuando mis oídos escucharon algo que hizo detenerse a mis pasos, o titubear al menos. Era una canción que provenía de la zona de los televisores.…

La canción arrancaba con un característico golpear de bajo y batería, muy intenso, casi como si fueran unos cristales rompiéndose, y luego entraba cierta cadencia pesada del bajo, el saxo remarcando una sóla nota, y la voz peculiar del tipo, de un tema que me sonaba muchísimo, pero no acababa de reconocer…y el sonido llenó repentinamente el aire de la planta de ‘electrodomésticos y no se qué más’, …de tal forma que yo me fui inconscientemente casi, diría, hacia el foco de todo aquello.

…Decenas de pantallas repetían todas a la vez –recuerdo- una misma imagen, y también recuerdo que eso me fascinó. Eran unas imágenes muy nítidas, o así me parecían a mí, y más desde la distancia desde la que las miraba, unos 10 o 15 cms máximo. Reproducían el videoclip de la canción, con unos tipos cantando en el desierto, y montando en coche por polvorientas carreteras, …y uno muy peculiar en concreto, calvo y con gafas de sol, cantando en el medio, y entonces reconocí el viejo tema de los Midnight Oil: Beds are burning …La mezcla de la música en sonido envolvente, con las imágenes extremadamente cercanas, sincronizadas y nítidas, y con una suerte de retardo que se producía en los bordes al cambiar de plano, me dejaron como arrebatado por unos momentos, un lapso de tiempo que no podría concretar. Embobado. …Hasta que al poco una vocecita a mi lado casi me susurró:

- ¿Le… le interesa algún modelo en particular?

Casi diría que temblé al girarme e intentar acomodar las dioptrías de mis retinas ‘vagas’ a la borrosa imagen de una chiquita uniformada de pelo rizado que se había plantado a mi lado… ¿cuánto llevaría allí? Creo que me llevó unos dos o tres segundos enfocar la imagen de su rostro, y en esos instantes estaba convencido de que era Clara la que me hablaba. Pero al fijar la imagen, e intentar fijar de paso la taquicardia de mi corazón, reconocí un rostro que no me era conocido (si es que eso es posible). Balbuceé:

- No…Pe-perdón, los baños más próximos… ¿sabe donde están?
- Por el fondo. Tras de las escaleras mecánicas…

jueves, 28 de mayo de 2009

XI. Merodeando de nuevo

En mi trabajo, hay una consigna que te repiten siempre, que se hace imprescindible una y otra vez en las absurdas charlas y cursillos que nos dan, con frecuencia ejecutivos desplazados desde EEUU( con aspecto de conductistas, facha impecable, y gestos rápidos y drásticos), y es: nunca dudes. No dudes, ni mucho menos hagas dudar a un cliente, eso jamás. Ten la suficiente confianza en ti mismo, y sobretodo, si no la tienes, aplícala, sácala de donde sea, para que tus obras, tus acciones y sobretodo –esto es lo más sagrado- tus presentaciones, se revistan ante el cliente de la mayor de las certezas y autoconfianzas posibles. También nos dicen que procuremos aplicar estos criterios a nuestras vidas personales (disculpen, pero no me suele gustar hablar demasiado sobre mi trabajo, así que no me extenderé al respecto…)

Una vez, sin embargo, se me ocurrió, desdichado de mí, levantar tímidamente un dedito al final de una de esas charlas (yo que en el cole siempre me sentaba atrás y jamás abría mi boca si no era imprescindible) y preguntar: “oiga… ¿y qué ocurre si uno no está seguro, o tiene… digamos… fundadas dudas de que el producto que le está ofreciendo al cliente como la panacea, no va a ser realmente lo mejor para él?”

Fué el acabose. El tipo conductista yanqui de la americana se echó las manos a la cabeza, como dejándome por imposible, y no sé muy bien qué más pasó, creo que directamente dio por acabada la charla, como diciendo ‘estos no se han enterado de nada’ entre el revuelo que se había armado, y se largó. Creánme que alguno de mis compañeros aún me habría de haber felicitado como a un héroe, que no lo hicieron, y sin embargo sí recuerdo la mirada desaprobatoria de mi jefa desde el estrado…

…Ahora bien, yo me pregunto: –de nuevo, como hice entonces- …si no estás seguro, si no estás cien por cien en la certidumbre de que lo que estás vendiendo, de que lo que estás haciendo, es lo mejor, lo que deben hacer con sus negocios, con sus vidas –o con la tuya- en cada caso… ¿debes amarrarte a una certidumbre de algo que es sólo una creencia y decirles ‘tome, debe de hacer esto; esto es lo que usted necesita y nada más’? Seguramente sí. …Seguramente lo que hace funcionar al mundo es el ensayo y error; el que se reviste de certidumbre, el que prueba, que se pega la hostia… y luego vuelve a empezar otra vez (si vuelve), frente a la mente privilegiada tal vez, que se pasa el día valorando las opciones, dudando de que nunca sean las adecuadas y finalmente, por pura probabilidad, desechándolo todo y no haciendo nada.

Disculpen la omilía, pero en estas mismos devaneos mentales andaba yo esta tarde, a eso de las 6, cuando decidí que haría caso a los monitores ‘conductistas’ de mi empresa, que siempre me dicen que nunca debo dudar. Decidí que no les llevaría el dossier a los de INOTECS. O al menos, que esta tarde, no.
(...)

lunes, 20 de abril de 2009

FLASH-BACK!


Remito a la época en que era fácil
tropezar en una escalera
en que era sencillo
perder el control
y caminar no era aún
pisar suelo
demasiado conocido.


en aquél tiempo, yo era yo
pero el yo, se ha ido llenando
de demasiadas tardes transcurridas
de demasiadas botellas terminadas
de demasiado oxígeno, que entró
y salió
de los pulmones


y sólo lo puedo reencontrar cuando, borracho
ya no temo a nada
un segundo antes de volver a ser
el que piensa demasiado
el que dice mi todo es mi nada
el que ya sólo espera
el final


Remito al tiempo en que podía salir corriendo
sin huir
podía seguir respirando
sin seguir muriendo
en el que un minuto más, no era
un minuto más
para el final


Y las cosas eran desconocidas
y el presente, mi presente
no era algo
demasiado frecuentado


en que las cosas no importaban
como ahora no importan igual
-pero después de haber vivido-


Donde vivir no era haber vivido
demasiado poco
O era algo, de lo que se podía esperar
todavía demasiado

(FLASH-BACK, J.I.GONZÁLEZ)


lunes, 9 de febrero de 2009

un mal día (VI)


…Marqué su móvil, pero no contestó. ¿Estaría trabajando? ...Así que decidí acercarme hasta la tienda en que creía recordar que me dijo que curraba, y me asomé. Sólo conocía a Sara por alguna foto, y allí dentro había varias chicas jóvenes. Me fijé en una pelirroja que estaba doblando un jersey, y recuerdo que me quedé fascinado de lo bien que lo hacía: le quedó perfecto. Yo nunca conseguí doblar uno de mis jerseys en unas mínimas condiciones, como me decía mi madre… De dentro salía una musiquilla... cómo diría, una música como muy envolvente, uno de esos éxitos de FM, pero que resultan especialmente hipnóticos… Me quedé un segundo abstraído mirando, hasta que la pelirroja de rizos me devolvió la mirada. …Como no sabía muy bien cuál era Sara, si es que alguna era, saqué rápido el móvil, y me puse a hacer que hablaba mientras miraba. Hasta que al cabo de un poco comprendí que aquello era bastante estúpido.

Haciendo acopio de valor, me acerqué a la pelirroja de los rizos, que aún estaba cerca, y le pregunté por Sara.

- Sí, trabaja aquí… ¿quién eres?
- Soy Samuel, un amigo… ¿le puedes decir que salga un momento?
- Es aquella.
- …Sí –un gesto de nerviosismo bastante tonto debió de dibujarse en mi cara- ¿le puedes decir que estoy aquí por favor?

Debió de pensar que por qué no se lo decía yo mismo, pero al fin se acercó hacia ella, mientras yo me volvía, de nuevo bastante nervioso. ¿Se acordaría de mí? Tampoco habíamos intimado tanto, y hacía tiempo que no hablábamos. Por otra parte, con los tiempos que corren, pensé, no debe de ser muy encantador el que un desconocido se acerque a una tienda a decirle a una dependienta que salga. Pero Sara apareció, con lo que todos mis pensamientos sobraban. Y dijo:

- Hola.
- Hola.
- ¿Eres Samuel?
- Sí. ¿…Sabes quién soy entonces?

Sólo sonrió, dando a entenderme que sí, pensé.

-Claro… Vaya un momento para decidirte a pasar, ¿no?
- Pues… seguro que te pillo un poco mal… ¿no?
- …No hombre no…

Buscó en el bolso que apresuradamente había agarrado, y sacó un cigarro, mientras me miró de nuevo curiosa.

- ¡Vaya! Eres bastante guapo en persona.
- ¿Sí?
- Sí. Eres mono. –se encendió el pitillo.
- Tú tampoco estás mal… -yo empezaba a mirar para todos los lados posibles.
- …La verdad es que no esperaba que fueras así –dijo, después de dar una calada- Una se espera que los tíos con los que se cartea… bueno, que estás acostumbrada a que sean de otro tipo.
- ¿De otro tipo… menos ‘normal?
- …Llámalo así si quieres –le daba una gracia especial su forma de hablar con el pitillo en la boca. Tenía un punto… descarado.
- …Así que es aquí donde trabajas. –la verdad es que no sabía muy bien qué decirle.
- Qué te parece. Aquí nos tienen, como esclavas.
- Hombre,…no está en mal lugar.
- …Psé, eso sí… -volvía a dar otra calada, y giraba un poco la cabeza cuando exhalaba el humo. Luego me solía mirar. Estaba apoyada contra el muro.
- Venía pensando cuando miraba antes… que me fascina vuestra forma de doblar la ropa. …tú, ¿la doblas también?
- …Hombre, de vez en cuando toca, sé…
- Me fascina, en serio, la perfección con que queda doblada. Yo… soy absolutamente incapaz de doblar un jersey. Siempre me queda mal: una manga por fuera, o queda abultado… –me había vuelto a mirar hacia dentro, fascinado por la luz y la ropa perfectamente colocada… y las compañeras que nos miraban entretenidas.
- ¿Sí? …Bueno, no me dirás que nos vamos a pasar la noche hablando de ropa doblada…
- Je… oye, no sé, pero imagino que estarías ocupada. Sólo se me ocurrió pasarme a saludar, pero…
- Oye tío, que ya es hora de que te hubieras pasado, ¿eh? …Que por aquí pasa todo el mundo, lo quiera o no…
- Pues sí, pero he andado inmerso en unas cuestiones, que me han tenido… no sé, como apartado de todo. Muy liado. –dije, algo nervioso.
- …Ya… ¡ja, ja!

Le arquée las cejas, como toda respuesta.

- Bueno, pero ya está. Te has pasado al fin.
- Sí. Lástima que ya no sea fecha para tomarnos ese helado que teníamos previsto en el Vitamina…
- ¡Ah, sí! Ja, ja… ya no es fecha, no.
- …Aunque si quieres, nos lo podemos tomar igual.
- ¿Sí? Ja, ja, creo que mejor que no… que luego cogemos dolor de garganta.
- ¡…Sí! Jeje… –

Creía que nos habíamos dicho algo de eso por carta. Digamos que prefería pensar eso. La verdad es que yo andaba esperando más que nada, que se acabara el pitillo y le tocase volver a entrar, pero parecía que la chica no terminaba de zanjar con ello.

- ¿Sabes? –me dijo- Me escribía mucha gente, pero tus cartas… no sé, me gustaron. Si no, no te hubiera dado bola.
- ¿Ah no? Vaya, vaya…
- ¡No! Ja ja… en serio. Me gustaron. Me decían algo. No así como las de los otros chicos, que se notaba que estaban… forzando un rollo, para conocerte, y luego ya sabes…
- Vaya por dios, ¿sí? Jaja, no te creo, mujer. No serían tan ‘malvados’…
- ¡Sí sí, que te lo digo yo! – me hizo un guiño y nos reímos un poco más. No era del todo forzado.- Eran malvados… -dijo mirando de nuevo al suelo.
- ¿…Y qué te hace pensar que las mías no iban con la misma intención?

Sonrió, como pícaramente. Hay que reconocer que su sonrisa tenía cierta gracia.

- Bueno, las tuyas tampoco estaban mal. -le dije- Tenían su… ‘encanto’.
- ¿…Sí?-se le iluminaron un poco los ojos.
- ¡Claro! …Si no, no te hubiera dado bola…
- ¡Jaja! Anda anda…-y me dio en el brazo.
- …Bueno, me imagino que tendrás que meterte, ¿no? –observaba ya el cigarro consumido en su mano. Las compañeras dentro seguían la jugada divertidas.
- …Pues la verdad… es que ahora podía tomarme un descansito.
- ¿Sí? ¿A qué hora acabáis?
- A las 11, tío… -me lo dijo como si se le cayera el mundo encima pensándolo.
- Joder, qué tarde. –hizo un gesto con los labios, como de decir ‘sí, pero es lo que toca’. Le dije: - Oye, pues yo ahora iba a irme al Vitamina a pedirme un helado… Si te quieres venir…
- Ja, ja –ahora lo dijo con desgana- Anda… Espera. Si me esperas que entro un momento a por la chaqueta, damos un paseo por la Gran Vía…

Me saqué la chaqueta de los hombros, y se la enseñé.

- Esto sería un poco más como de película, ¿no? Pero abriga igual. –se le ocurrió decir a mi torpe cabeza…

…Pero sorprendentemente tomó la chaqueta, les hizo un gesto a sus compañeras, y echamos a andar, por la Gran Vía abajo. Me fijé en el cielo, que aún estaba claro, como esa claridad última en que el blanco del horizonte se hace más y más intenso. Había más nubes que antes, y ví volar a algunos pájaros, cuando inesperadamente –para mí- noté que Sara me había agarrado del brazo. Caminábamos ya cuesta abajo, hacia Plaza de España y la parte del río.

- …Anda que… hijo, vayas horas que has encontrado para pasarte ¿no?
- ¿Qué les pasa? Están bien… ¿no? A mí me parece que es una bonita hora.
- No, si sí es bonita pero… una a estas horas ya está cansada.
- Me imagino… ¿Qué pasas, mucho tiempo de pié?
- Puf… unas ocho horas… ¿qué te parece?
- Demasiado.
- Eso los tíos no sabéis lo que es.
- ...Ni eso, ni parir –musité.

…Normalmente, a lo mejor le envidio a alguno que veo, por la chica que lleva al lado (en plan de ‘qué hará esta tía con el gilipolla este’) pero esta tarde no, esta tarde, bajando con Sara inesperadamente agarrada de mi brazo, me sentía tan cansado, y al mismo tiempo tan (felizmente) liberado de pasiones, que miraba a los chavales, la parejas de chavales, -que en una noche de miércoles como aquella se arremolinaban, yendo y viniendo, cruzándose, gesticulando, en el frente de los cines-, con una suerte de compasión, una especie de sentimiento (ilusorio, imagino) como de interiormente comprenderlos (cuando otras veces es justo al contrario)… no sé; se me hacían ‘simpáticos’;

Había jarana, como decía antes, delante de los Cines Rex, y en general de todos los de la Gran Vía abajo cuando caminaba por allí con Sara, y yo me sentí irresponsablemente feliz entre esa cierta marabunta, quizás precisamente por estar tan cansado…Aquello me parecía gracioso. Pensé que yo también,… posiblemente, a la vuelta de cualquier día, podría estar por allí en medio con mi pareja como ellos, por entre los cines, cenando en cualquier destartalada cafetería o bar, el Nebraska por ejemplo. Cuando pasábamos por delante precisamente, Sarah me dijo:

- Se te ve muy despreocupado… ¿en qué piensas? …Te hacía una persona… más... responsable…no sé...
- No se lo digas a nadie, pero… creo que me han despedido del trabajo, hace un rato sólo, aunque no estoy completamente seguro…-esto lo dije con una mezcla de congoja y liberación.
- ¿Sí? –se paró en seco- Pero tío… ¿y eso? ¿…Cómo ha sido?- …Perdona… –la miré un segundo serio- …pero… es que hoy estoy muy espeso. –le sonreí- No me apetece hablar de eso.

sábado, 24 de enero de 2009

UN MAL DÍA (III)


A eso de las 2 o 2 y cuarto –o así- me senté al fin en un banco del parque, cerca de la mencionada ‘rotonda secreta’, por si Carla aparecía. Pero Carla no aparecía. …A veces -por cierto- que me gusta observar a la gente, e inmediatamente se me viene el compararles con algún animal –porque realmente no me creo demasiado esas historias que nos consideran a los humanos como seres especiales, dueños de su destino, y todas esas chorradas…-. Miro a tal o cuál persona, y si me abstraigo lo suficiente de la conversación –lo cuál no me resulta difícil- me sobrecoge la impresión de estar hablando con un búho que abre mucho los ojos, o que tal chica que se enrosca los cabellos en el dedo mientras conversa, fuera una suerte de perrita presumida de esas que llevan cursimente algunas señoras por la calle…

…Así que estaba sentado en aquél banco a mediodía, con el sol dándome a intervalos en la cara, y me puse a observar a un grupo de chavalotes reunidos allí cerca, con lo que inevitablemente se me pasó por la cabeza la imagen de esas “pandillas” de animales jóvenes que, dentro de la jerarquía de su grupo, juegan y se provocan de una forma algo inconsciente, con la finalidad –tal vez desconocida para ellos- de ir desarrollando sus aún torpes habilidades, y de paso atraer de forma tosca e ingenua a las hembras jóvenes que merodeen cerca. Un grupo de hembras jóvenes de humano merodeaban cerca de allí, y no evité el observar como indiscretamente lanzaban sus miradas, sentadas en un banco mientras tal vez enredaban sus cabellos en los dedos, u otras veces quizá hablaban entre ellas –no llegaba a oírlas- ensimismadas (si eso es posible) sobre sus graves problemas de adolescencia, del chico x que es un cabrón, o del padre “y” que les está amargando la existencia, etc. (imaginé). Saqué mi sándwich porque la hora se iba pasando definitivamente, y se me pasó por la cabeza que, inevitablemente, esas chicas tenderían a elegir al tipo que consideren el macho dominante –osea, el más chulo y cabrón de todos- en la medida de sus posibilidades, igual que hacían sus tatata…rabuelas-mono hará unos 2.000.000 de años, …, y las que sean menos hembra-dominante irán viendo pasar la vida y las oportunidades hasta que tengan que aferrarse al macho “y” que haya quedado libre… …Esas ideas absurdas se me pasaban por la cabeza mientras terminaba mi escueto ‘sándwich doble’…

Después de un rato de estar así, cuando había acabado el sándwich, con el viento y el poco solecito de entonces dándome en la cara, encontré que el banco no era tan mal lugar para estar… lo empezaba a encontrar cómodo. Y me tumbé. …Me había empezado a distraer de los gritos a intervalos histéricos de las chavalas, y de las risotadas de los chavales, y oía vagamente a niños jugando en otra parte del parque, cuando cerré los ojos…

“…Había entrado en una zona del parque que me era extrañamente familiar, pero a la vez no era exactamente conocida. Era una zona remota, más aún de adónde había llegado por la mañana, tras de una verja metálica negra y con muchas hojas por el suelo… Brillaba el sol entre nubes, y observé de pronto que era una zona al parecer utilizada por muchos de los gatos del parque para dormir sus siestas. “Dios, cómo me gusta a mí, igual que a ellos, la siesta. Qué bien sienta’ –pensé. ‘Estos animales son muy listos. Saben lo que es vida’. Sin embargo caí en que era raro, porque me parecía que era una hora algo así como del mediodía…

Algo más lejos, había un gato muy particular, muy rubio, completamente enroscado entre unas hojas, y tras de otra verja a su vez. Estaba allí expuesto, parecía, como para que lo viera la gente. Así que me acerqué y lo miré. ‘¡Ey!’ le dije, para que se moviera o hiciera algo, porque me parecía lo propio. Ante mi sorpresa, al poco, como consciente de que seguía yo allí expectante y no me iba, me habló:

- …No, si ya sabía yo que no tardarían en volver a dar la pajarraca…
- ¡Vaya! ¿Puedes hablar?
- …No hay manera de echarse la siesta ‘matutina’ sin que cada poco venga uno a darla…
- Je, ¿puedes hablar, o es que tal vez soy yo el que te leo los pensamientos?
- …No sé, tú sabrás. Respóndete tú mismo- me dijo, sin perder su postura extrañamente enroscada, con la cabeza inclinada hacia atrás y arriba, con lo que sólo le veía los colmillos y levemente las pupilas- ¿…no decías hace un rato que los hombres te parecen animales, y tal vez los animales se comportan a veces como humanos?
- …No, eso último no lo había dicho. …Pero es cierto que a veces lo pienso…
- Bueno, bueno… Ay, por dios…
- Debo de estar soñando, porque esta escena… no sé si la he visto en alguna película…
- …Tú sabrás…
- Oye… ¿qué especie de gato eres? Pareces uno muy grande... y raro. No había visto nunca uno igual.
- …Soy un león… y te voy a comer: ¡groar! –y movió levemente la cabeza, como intentando impresionar, pero sin perder para nada en definitiva el aire perezoso.
- Ja, ja… Vaya… me recuerdas mucho a un gato que conozco, ¿sabes? Uno que viene por mi casa y le damos de comer. Eres clavado clavado, así tan rubio y con esa cara redonda.
- ¿Ah sí? Vaya, qué ilusión
- …Oye, haz algo. Si estás aquí expuesto, será para que te veamos, y porque puedes hacer algo especial, ¿no?
- Sí hombre, ahora. No le parece suficiente con interrumpirme mi siesta, mi sagrada siesta de media mañana, sino que además viene a exigirme que le haga monerías…
- Vamos, gato. Algo harás. No tengo mucho tiempo, he de irme pronto a entregar una cosa y…
- volvió súbitamente la cabeza y miró con sus ojos grandes y redondos -¿…no te parece suficiente con hablar?”

Un golpe de aire me despertó y me sentí agitado (en el banco). Me incorporé, viendo las blancas nubes moverse aún en el cielo lentamente, y al incorporarme observé a un tipo con gafas de sol girarse aún borrosamente no muy lejos, como marchándose. Me volví a mirar y el grupo de chicos ya se había ido, pero aún quedaban un par de chavalas hablando animadamente en su banco. Serían algo así como las tres de la tarde. Me sentí por primera vez realmente cansado, y profundamente somnoliento…

miércoles, 21 de enero de 2009

Nightswimming (y II)


(...)
Al poco me fijé que había un chaval sentado, algo delante de mí, en el talud de pradera que caía sobre la zona de el ‘acto’. Como yo, se mantenía distante, y parecía hacerlo adrede, con algún motivo,… el no estar del todo inmiscuido entre la otra gente y el público, sino que... semejaba estar a una distancia,…, con la distancia suficiente como para poder verlo todo, pero no poder decirse que estaba dentro. Era uno de estos chavales sudamericanos, morenito, y llevaba puesta una camiseta del Atleti. Con sus dos manos agarraba un balón.


- Estos actos es mejor verlos desde la retaguardia… ¿verdad? –le dije. Me miró como sin comprender, y volvió la cabeza de nuevo hacia el acto. Estaba más atento de lo que creía.


- ¿Qué… qué es? ¿Sabes… qué celebran?
- Es el día del soldado caído.
- ¿Ah sí? Vaya… ¿de qué país?
- …Del Ecuador–dijo, con una rotundidad y orgullo que me resultaron chocantes, para un niño de su edad.
- Y qué, viniste invitado, pero te has escabullido un rato… ¿verdad?
- …Prefería mantenerme algo alejado al final… señor.


Lo de ‘señor’ me sorprendió. No me consideraba a mí mismo ni mucho menos un señor, al menos hasta esta tarde. Me senté a su lado, aunque no demasiado cerca.


- …La música es bonita… ¿es una marcha militar, o algo así?
- Es la marcha del día de los caídos, en mi patria.
- ¿…Y tú por qué estás aquí? ¿Te invitaron?
- Mi papá fue uno de los caídos.
- Vaya. Lo-lo siento. Lo siento… de verdad.


Miré el balón por un segundo, y sentí como que mis problemas eran ridículos. Yo mismo, con mis preocupaciones a cuestas, con aquella facha en el parque, preguntándole eso al chaval, me sentí un poco ridículo.


- ¿Te… te gusta el fútbol? Yo también soy del Atleti, ¿sabes?
- Pues… no.
- ¿No te gusta?
- …Que no sabía que fuera del Atleti.
- ¡…Ah!


Había cogido con mis brazos mi rodilla plegada, y miraba complacido pese a todo el espectáculo abajo. Me sentía un poco como en la última fila, de cuando estaba en las clases del cole.


- A ver… ¿se sabe la alineación?-me sorprendió.
- Cuál, ¿la de ahora?
- ¡Claro!
- Uy… yo me las sabía antes… ahora ya me he quedado un poco desfasado. …Futre ya no juega, ¿no? –le dije por provocar.
- ¡Claro que no! ¡Hará… diez años por lo menos que no juega!
- ¿Lo ves? Te lo dije, que me había quedado desfasado.
- Ahora juega Agüero…
- Ah sí, ese es un buen chaval. Pero no tan bueno como era Futre, te lo puedo asegurar…
- ¿…No? ¡Seguro!
- ¿…Te la sabes tú?
- El qué.
- La Alineación.
- Sí
- A ver.
- Leo Franco. –empezó- Perea, Luis, Pablo… -y así siguió, diciéndola toda de carrerilla.
- ¡…Muy bien!
(…)


- Oye, y sigues al Atleti desde que viniste,… o ya eras seguidor en tu país.
- No. Yo allí seguía a un equipo de allí…
- ¿Sí? A cuál.
- Al Barcelona.
- ¿Al Barcelona? ¡Jaja! ¡El Barcelona es de aquí!
- ¡El Barcelona de Guayaquil!
- ¡Ah! Ya, ya… ¡Lo sabía! Lo sabía, sí, claro, lo que pasa es que bromeaba…
- ¡Sí, claro! Jaja...


- …Oye, y dime una cosa… ¿por qué te hiciste del Atleti?
- ¿…Por qué?
- Sí. ¿No te gustaba más el Madrid? El Real Madrid. Suele ser un equipo más conocido, gana más trofeos… no sé.
- Pues… no sé. Mi papá me dijo que me hiciera del Atleti…
- ¿…Tu papá vivió aquí?
- Sí.
- ¿Y luego se fue?
- Sí. …Luego tuvo que irse.


...Abajo en el acto, una cierta autoridad, que me sonaba del Gobierno Regional o algo por el estilo, andaba leyendo un… incierto manifiesto, dando ciertas gracias a los presentes, loando y resumiendo… Yo mientras, me sentía cómodo allí sentado en el último banco de la clase, con otro compañero… renegado como yo, atendiendo a un acto al que además no había sido invitado, (aunque a esas alturas debería haber estado camino de la oficina de Duscer para entregarles el proyecto...). Estaba fuera de lugar, y eso, curiosamente, me divertía.


- …Y dime otra cosa… ¿por qué se hizo tu padre del Atleti? ¿Lo sabes?
- ¿…Por qué le interesa eso tanto?
- ¡Jaja! –me hizo gracia, aunque cuando le miré, él estaba serio. - …Pues… no sé. Era por hablar de algo…
- Pues… decía que le era simpático.
- Tu padre era un tío como dios manda, ¿sabes?
(…)
- ¿Y hoy no tienes cole?
- No. Nos hemos librado! Je, je…
- le miré- ¿Te han dado el balón ahí abajo?
- Sí… -me respondió con un gesto algo triste. Volví la vista de nuevo hacia el tumulto.


…Hermosas y esponjadas nubes blancas se movían en lo alto. Abajo, los árboles y el verde brillaban en medio de la leve música.


- ¿Qué lleva ahí? -me interrumpió el chico.
- ¿Esto? ¡Nada! Una cosa de trabajo.
- ¡…Vaya rollo!
- Pues sí. –no lo sabes tú bien- Yo también me he escapado hoy del cole –y le hice un gesto con las cejas que le hizo sonreír. La verdad es que el chaval era simpático.
- ¡Ja! ¡Usted ya no va al cole!
- Puede ser… pero el trabajo es tan rollo como el cole, ¿no te lo han dicho?
- No…
- Oye, ¿por qué me llamas de usted? ...Somos colegas, ¿vale?-y le puse el puño, para que chocara con el suyo. Dudó un rato, pero al final chocó.


- Ven, Saúl, vámonos.- Llegó diciendo una madre, con aspecto de malas pulgas y desconfianza subida hacia mí. Tiró del crío con energía, y se alejaron a grandes zancadas colina abajo, forzado el muchacho por la madre. Casi al final volvió la cabeza. Yo le gesticulé ‘co-le-gas’…


(Yo) me quedé luego un rato más allí sentado, con mis rodillas agarradas por los brazos, y el traje recién estrenado ensuciándose con la hierba. Soplaba algo de aire que se levantaba, haciendo moverse las hojas de los árboles cercanos, y resultaba agradable, la verdad, difuminando de paso el rumor de la música. …Aquello de la madre, la desconfianza, me dejó un sabor amargo por un poco… me hizo pensar que un tipo como yo, vestido de adulto, o mejor dicho, siendo adulto, podía parecer incluso un peligro para los niños. Era sospechoso que un hombre hablara con un chaval, yo era sospechoso y casi me veía a mí mismo con malos ojos, mientras escuchaba la banda militar tocar las últimas notas de nuevo de aquella conmovedora y algo trágica marcha fúnebre: pam, bom, pam…
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…Caminé de nuevo hacia el estanque, y miré el reloj. Era la una y media pasadas. El sol pegaba igual de fuerte, entre las algodonosas nubes blancas allá arriba (...)

sábado, 17 de enero de 2009

LOST CAUSE

The 25 Most Exquisitely Sad Songs in the Whole World:

...O o que es lo mismo, las 25 canciones más tristes (o más bellas, que es lo mismo) de la historia de la música... y in embargo, la mía no está.

¿Cuál es la tuya?

domingo, 11 de enero de 2009

Nightswimming


...Hacía sol como digo, pero la mañana era algo fresca, cuando caminaba avenida arriba, en dirección al metro. Es curioso porque, recordándolo todo ahora, en comparación, lo veo como un momento extraordinariamente luminoso… será tal vez, por la oscuridad que me envuelve cuando escribo: cuando anoto todo esto, hace tiempo que cayó la noche (y no me he conseguido dormir).

…Cuando llegué al metro, encontré que la línea 10 estaba cortada. “Es fenomenal”, pensé. Cuando tienes los planes perfectamente atados y reatados, muchas veces pasa que llega un soplo -aunque sólo sea- de algo inesperado, y te tira de la tabla, y se va todo al traste (al menos en la cabeza de uno)…

- ¡Qué diablos le pasa la línea 10? –le dije a la repantingada taquillera. Puedo asegurar que tardó cerca de medio minuto en levantar su ocupadísima mirada.
- Está cortada, ¿no lo ve?
- Ya sé que está cortada, le pregunto que qué… cojones ha ocurrido hoy.- esa línea cada dos por tres la cortaban, he de aclarar.
- …No lo sé, señor- me miraba con los ojos forzadamente hacia arriba, por encima de las gafas. Supongo que el peso del autodefinido le impedía levantar la cabeza en condiciones.- Sólo sé que está cortada.
- Pero bueno, ¿es que esta línea está siempre cortada o qué?

No dijo nada. Quizá yo mismo exageraba esta mañana, pero ya llovía sobre mojado, en lo que a mí respecta, sobre esa línea. Cuando no se paraban los trenes un cuarto de hora, no acababan de llegar nunca, y cuando no, directamente la cortaban, como esta mañana. Algo iba mal con esa línea, y conmigo mismo, según empezaba a considerar, después de lo de los taxis, y al encontrarme ahora con esto.

- Pues ya me dirá que hago para ir a Príncipe Pío, porque la Uno, si no me equivoco, sigue de obras… ¿no? Sólo va aquí la cinco, ¿no?
- …Puede usted retroceder hasta Sol, y trasbordar… -hizo el supremo esfuerzo de mirar en un plano- a la Circular. La Circular llega a Príncipe Pío. …Si le gusta –le dio por añadir, al ver mi cara- …y si no le gusta…

Aquello me tocó los cojones. Aquella tipa mascando chicle y en un plan tan impertinente, era algo superior a lo que podía tragar, según el día que llevaba.

- No mire, lo que voy a hacer mejor es poner una queja. Que ya está bien. Dígame usted su nombre por favor.
- Para qué quiere mi nombre.(…) Ponga la queja si quiere, pero a mí no me…
- Lo quiero, para… hacer constar el tipo de trato que tienen ustedes. Dígame.
- Pues muy bien… -y me dijo su nombre. La gente detrás de mí ya se amontonaba; había montado un cierto taco, y los de atrás tampoco estaban muy contentos, pero quién más, quién menos, lo que quería es conseguir su billete o su información, y seguir camino cuanto antes. Que es lo que yo debí haber hecho, por cierto. Porque cuando ya estaba acabando de redactar la queja, me sentí un poco estúpido, a pesar del enfado… Se la dejé a la ‘simpática’ taquillera, y me dí cuenta de que no tenía billete, ni para retroceder hacia Sol, e ir a buscar la “Circular”, ni para nada de nada. Tampoco tenía muchos ánimos para ello, y muchos menos para pedirle a mi ‘amiga’ un billete, así que me dí el piro. ( ) Ahora pienso que, si no me hubiera puesto así, me hubiera evitado todo lo de después.

Salí del Metro que echaba chispas, sin muchas ganas de nada, la verdad. Y miré a mi alrededor.Entonces se me ocurrió una ‘brillante’ idea. Si atravesaba el Parque, tomando un atajo (espacio-temporal, debía de ser por lo menos) podía llegar andando a las oficinas de Duscer en no demasiado tiempo. Como digo, debía de haber perdido la cabeza…