
A eso de las 2 o 2 y cuarto –o así- me senté al fin en un banco del parque, cerca de la mencionada ‘rotonda secreta’, por si Carla aparecía. Pero Carla no aparecía. …A veces -por cierto- que me gusta observar a la gente, e inmediatamente se me viene el compararles con algún animal –porque realmente no me creo demasiado esas historias que nos consideran a los humanos como seres especiales, dueños de su destino, y todas esas chorradas…-. Miro a tal o cuál persona, y si me abstraigo lo suficiente de la conversación –lo cuál no me resulta difícil- me sobrecoge la impresión de estar hablando con un búho que abre mucho los ojos, o que tal chica que se enrosca los cabellos en el dedo mientras conversa, fuera una suerte de perrita presumida de esas que llevan cursimente algunas señoras por la calle…
…Así que estaba sentado en aquél banco a mediodía, con el sol dándome a intervalos en la cara, y me puse a observar a un grupo de chavalotes reunidos allí cerca, con lo que inevitablemente se me pasó por la cabeza la imagen de esas “pandillas” de animales jóvenes que, dentro de la jerarquía de su grupo, juegan y se provocan de una forma algo inconsciente, con la finalidad –tal vez desconocida para ellos- de ir desarrollando sus aún torpes habilidades, y de paso atraer de forma tosca e ingenua a las hembras jóvenes que merodeen cerca. Un grupo de hembras jóvenes de humano merodeaban cerca de allí, y no evité el observar como indiscretamente lanzaban sus miradas, sentadas en un banco mientras tal vez enredaban sus cabellos en los dedos, u otras veces quizá hablaban entre ellas –no llegaba a oírlas- ensimismadas (si eso es posible) sobre sus graves problemas de adolescencia, del chico x que es un cabrón, o del padre “y” que les está amargando la existencia, etc. (imaginé). Saqué mi sándwich porque la hora se iba pasando definitivamente, y se me pasó por la cabeza que, inevitablemente, esas chicas tenderían a elegir al tipo que consideren el macho dominante –osea, el más chulo y cabrón de todos- en la medida de sus posibilidades, igual que hacían sus tatata…rabuelas-mono hará unos 2.000.000 de años, …, y las que sean menos hembra-dominante irán viendo pasar la vida y las oportunidades hasta que tengan que aferrarse al macho “y” que haya quedado libre… …Esas ideas absurdas se me pasaban por la cabeza mientras terminaba mi escueto ‘sándwich doble’…
Después de un rato de estar así, cuando había acabado el sándwich, con el viento y el poco solecito de entonces dándome en la cara, encontré que el banco no era tan mal lugar para estar… lo empezaba a encontrar cómodo. Y me tumbé. …Me había empezado a distraer de los gritos a intervalos histéricos de las chavalas, y de las risotadas de los chavales, y oía vagamente a niños jugando en otra parte del parque, cuando cerré los ojos…
“…Había entrado en una zona del parque que me era extrañamente familiar, pero a la vez no era exactamente conocida. Era una zona remota, más aún de adónde había llegado por la mañana, tras de una verja metálica negra y con muchas hojas por el suelo… Brillaba el sol entre nubes, y observé de pronto que era una zona al parecer utilizada por muchos de los gatos del parque para dormir sus siestas. “Dios, cómo me gusta a mí, igual que a ellos, la siesta. Qué bien sienta’ –pensé. ‘Estos animales son muy listos. Saben lo que es vida’. Sin embargo caí en que era raro, porque me parecía que era una hora algo así como del mediodía…
Algo más lejos, había un gato muy particular, muy rubio, completamente enroscado entre unas hojas, y tras de otra verja a su vez. Estaba allí expuesto, parecía, como para que lo viera la gente. Así que me acerqué y lo miré. ‘¡Ey!’ le dije, para que se moviera o hiciera algo, porque me parecía lo propio. Ante mi sorpresa, al poco, como consciente de que seguía yo allí expectante y no me iba, me habló:
- …No, si ya sabía yo que no tardarían en volver a dar la pajarraca…
- ¡Vaya! ¿Puedes hablar?
- …No hay manera de echarse la siesta ‘matutina’ sin que cada poco venga uno a darla…
- Je, ¿puedes hablar, o es que tal vez soy yo el que te leo los pensamientos?
- …No sé, tú sabrás. Respóndete tú mismo- me dijo, sin perder su postura extrañamente enroscada, con la cabeza inclinada hacia atrás y arriba, con lo que sólo le veía los colmillos y levemente las pupilas- ¿…no decías hace un rato que los hombres te parecen animales, y tal vez los animales se comportan a veces como humanos?
- …No, eso último no lo había dicho. …Pero es cierto que a veces lo pienso…
- Bueno, bueno… Ay, por dios…
- Debo de estar soñando, porque esta escena… no sé si la he visto en alguna película…
- …Tú sabrás…
- Oye… ¿qué especie de gato eres? Pareces uno muy grande... y raro. No había visto nunca uno igual.
- …Soy un león… y te voy a comer: ¡groar! –y movió levemente la cabeza, como intentando impresionar, pero sin perder para nada en definitiva el aire perezoso.
- Ja, ja… Vaya… me recuerdas mucho a un gato que conozco, ¿sabes? Uno que viene por mi casa y le damos de comer. Eres clavado clavado, así tan rubio y con esa cara redonda.
- ¿Ah sí? Vaya, qué ilusión
- …Oye, haz algo. Si estás aquí expuesto, será para que te veamos, y porque puedes hacer algo especial, ¿no?
- Sí hombre, ahora. No le parece suficiente con interrumpirme mi siesta, mi sagrada siesta de media mañana, sino que además viene a exigirme que le haga monerías…
- Vamos, gato. Algo harás. No tengo mucho tiempo, he de irme pronto a entregar una cosa y…
- volvió súbitamente la cabeza y miró con sus ojos grandes y redondos -¿…no te parece suficiente con hablar?”
Un golpe de aire me despertó y me sentí agitado (en el banco). Me incorporé, viendo las blancas nubes moverse aún en el cielo lentamente, y al incorporarme observé a un tipo con gafas de sol girarse aún borrosamente no muy lejos, como marchándose. Me volví a mirar y el grupo de chicos ya se había ido, pero aún quedaban un par de chavalas hablando animadamente en su banco. Serían algo así como las tres de la tarde. Me sentí por primera vez realmente cansado, y profundamente somnoliento…
…Así que estaba sentado en aquél banco a mediodía, con el sol dándome a intervalos en la cara, y me puse a observar a un grupo de chavalotes reunidos allí cerca, con lo que inevitablemente se me pasó por la cabeza la imagen de esas “pandillas” de animales jóvenes que, dentro de la jerarquía de su grupo, juegan y se provocan de una forma algo inconsciente, con la finalidad –tal vez desconocida para ellos- de ir desarrollando sus aún torpes habilidades, y de paso atraer de forma tosca e ingenua a las hembras jóvenes que merodeen cerca. Un grupo de hembras jóvenes de humano merodeaban cerca de allí, y no evité el observar como indiscretamente lanzaban sus miradas, sentadas en un banco mientras tal vez enredaban sus cabellos en los dedos, u otras veces quizá hablaban entre ellas –no llegaba a oírlas- ensimismadas (si eso es posible) sobre sus graves problemas de adolescencia, del chico x que es un cabrón, o del padre “y” que les está amargando la existencia, etc. (imaginé). Saqué mi sándwich porque la hora se iba pasando definitivamente, y se me pasó por la cabeza que, inevitablemente, esas chicas tenderían a elegir al tipo que consideren el macho dominante –osea, el más chulo y cabrón de todos- en la medida de sus posibilidades, igual que hacían sus tatata…rabuelas-mono hará unos 2.000.000 de años, …, y las que sean menos hembra-dominante irán viendo pasar la vida y las oportunidades hasta que tengan que aferrarse al macho “y” que haya quedado libre… …Esas ideas absurdas se me pasaban por la cabeza mientras terminaba mi escueto ‘sándwich doble’…
Después de un rato de estar así, cuando había acabado el sándwich, con el viento y el poco solecito de entonces dándome en la cara, encontré que el banco no era tan mal lugar para estar… lo empezaba a encontrar cómodo. Y me tumbé. …Me había empezado a distraer de los gritos a intervalos histéricos de las chavalas, y de las risotadas de los chavales, y oía vagamente a niños jugando en otra parte del parque, cuando cerré los ojos…
“…Había entrado en una zona del parque que me era extrañamente familiar, pero a la vez no era exactamente conocida. Era una zona remota, más aún de adónde había llegado por la mañana, tras de una verja metálica negra y con muchas hojas por el suelo… Brillaba el sol entre nubes, y observé de pronto que era una zona al parecer utilizada por muchos de los gatos del parque para dormir sus siestas. “Dios, cómo me gusta a mí, igual que a ellos, la siesta. Qué bien sienta’ –pensé. ‘Estos animales son muy listos. Saben lo que es vida’. Sin embargo caí en que era raro, porque me parecía que era una hora algo así como del mediodía…
Algo más lejos, había un gato muy particular, muy rubio, completamente enroscado entre unas hojas, y tras de otra verja a su vez. Estaba allí expuesto, parecía, como para que lo viera la gente. Así que me acerqué y lo miré. ‘¡Ey!’ le dije, para que se moviera o hiciera algo, porque me parecía lo propio. Ante mi sorpresa, al poco, como consciente de que seguía yo allí expectante y no me iba, me habló:
- …No, si ya sabía yo que no tardarían en volver a dar la pajarraca…
- ¡Vaya! ¿Puedes hablar?
- …No hay manera de echarse la siesta ‘matutina’ sin que cada poco venga uno a darla…
- Je, ¿puedes hablar, o es que tal vez soy yo el que te leo los pensamientos?
- …No sé, tú sabrás. Respóndete tú mismo- me dijo, sin perder su postura extrañamente enroscada, con la cabeza inclinada hacia atrás y arriba, con lo que sólo le veía los colmillos y levemente las pupilas- ¿…no decías hace un rato que los hombres te parecen animales, y tal vez los animales se comportan a veces como humanos?
- …No, eso último no lo había dicho. …Pero es cierto que a veces lo pienso…
- Bueno, bueno… Ay, por dios…
- Debo de estar soñando, porque esta escena… no sé si la he visto en alguna película…
- …Tú sabrás…
- Oye… ¿qué especie de gato eres? Pareces uno muy grande... y raro. No había visto nunca uno igual.
- …Soy un león… y te voy a comer: ¡groar! –y movió levemente la cabeza, como intentando impresionar, pero sin perder para nada en definitiva el aire perezoso.
- Ja, ja… Vaya… me recuerdas mucho a un gato que conozco, ¿sabes? Uno que viene por mi casa y le damos de comer. Eres clavado clavado, así tan rubio y con esa cara redonda.
- ¿Ah sí? Vaya, qué ilusión
- …Oye, haz algo. Si estás aquí expuesto, será para que te veamos, y porque puedes hacer algo especial, ¿no?
- Sí hombre, ahora. No le parece suficiente con interrumpirme mi siesta, mi sagrada siesta de media mañana, sino que además viene a exigirme que le haga monerías…
- Vamos, gato. Algo harás. No tengo mucho tiempo, he de irme pronto a entregar una cosa y…
- volvió súbitamente la cabeza y miró con sus ojos grandes y redondos -¿…no te parece suficiente con hablar?”
Un golpe de aire me despertó y me sentí agitado (en el banco). Me incorporé, viendo las blancas nubes moverse aún en el cielo lentamente, y al incorporarme observé a un tipo con gafas de sol girarse aún borrosamente no muy lejos, como marchándose. Me volví a mirar y el grupo de chicos ya se había ido, pero aún quedaban un par de chavalas hablando animadamente en su banco. Serían algo así como las tres de la tarde. Me sentí por primera vez realmente cansado, y profundamente somnoliento…