No es que piense que esto que sigue se cumpla del todo -ni mucho menos, ni en todos los casos. Pero sí puede caraterizar a un buen 40 % de población femenino-capitalina (toma cursilada). Invito a los/las que quieran, a responder con un top-ten del "madrileño". Y el que quiera añadir...

LA - típica- MADRILEÑA
La madrileña está frustrada de por sí porque no le salió la Oposición a la que se presentó.
La madrileña, cuando entra a un vagón de metro, le gustaría que le mirara el tío bueno del asiento, pero sólo llama la atención al abuelo de su lado.
La madrileña aún no ha superado su primera menstruación. De ahí el rictus de su cara.
La madrileña es inasequible a cualquier acto imprevisible o inesperado.
Los temas favoritos de conversación de la madrileña son: las condiciones de la Oposición a la que se quiere presentar, (los tíos), las condiciones del trabajo de su amiga que se quiere ir, (los tíos), el programa de Gran Hermano de la noche anterior, y los tíos. Y a parte de estos, no hay más temas.
La mayor ilusión imaginable en la vida para una madrileña, es sacarse una Oposición.
La madrileña dedica todo su tiempo libre a ir de compras e intentar encontrarse guapa, pero pone cara de asco si la miras por la calle.
Para la madrileña, los tíos que la entran en la discoteca la acosan o son unos pesados despreciables –excepto si el tío en cuestión está bueno.
El problema del punto anterior es que esa circunstancia no suele darse (el que un “tío bueno” entre a una madrileña).
A la madrileña le gustaría que le entrase justo el tío que no la entra nunca en una discoteca.
Si le preguntas por una dirección a una madrileña creerá que intentas ligar (aparte de que no sabrá dártela). Si le preguntas la hora a una madrileña creerá que intentas ligar. Si le pides que te deje pasar a una madrileña creerá que intentas ligar. Si le dices que se le ha caído algo a una madrileña, creerá que intentas ligar. Si te diriges a una madrileña, creerá que intentas ligar. (Lo más probable es que si el madrileño hace cualquier cosa de las anteriores, en realidad esté intentando ligar)
Para la madrileña, todos los “tíos” son despreciables, con la excepción de sus amigos, y los homosexuales. Ah, y los que están “buenos”.
La madrileña puede darte la coña de forma inasequible durante horas sobre lo “cabrón” que es su novio, si eres su amiga y estás dispuesta a escuchar.
Explicación a lo anterior: la madrileña tiene una habilidad especial para salir con novios “cabrones”.
La madrileña puede estar sentada haciendo un trabajo rutinario en una silla durante horas sin cansarse, pero para ella caminar 200 m hasta algún sitio es un martirio imposible de imaginar.
La madrileña se pasa la vida imaginando y fantaseando con el tío ideal que querría que fuera su novio, pero acaba saliendo con el típico pesado pelota rastrero que le sigue la corriente y le aguanta todo, sólo por ligársela. Y (ella) lo utiliza.
La madrileña desprecia a los inmigrantes, particularmente los latinos, que imprudentemente la piropean por la calle. Sin embargo, al madrileño, las latinas que vienen a España le parecen de puta madre (si están buenas).
La madrileña hace recuento al llegar a un sitio y encontrar quién le escuche, de los tíos que cree que la han mirado, se le han insinuado, o imagina que la han piropeado por el camino. Ahora, la autenticidad de esas historias luego resulta más que sospechosa.
La madrileña se considera autorizada a hablarle de tú a todo Dios.
La madrileña tiene una habilidad especial para detectar a las personas a las que se puede manipular, y otra gran habilidad para poner en práctica esa manipulación.
La madrileña no entra en la consideración de que cuando dos personas quieren pasar por una puerta a la vez, una debe cederle el paso a la otra. O de que cuando se camina por la calle y ella se cruza, es posible que interrumpa el paso de otra persona. O de que para entrar en un vagón de metro, aunque ella sea tía, se debe dejar salir primero. Incluso se considera autorizada a quejarse ostentosamente si no ha podido entrar antes. Y si tropieza contigo por algo de todo esto, pensará que intentas ligar.
La madrileña es una gran defensora de la igualdad entre sexos, pero aspira a mantener los privilegios del suyo como son: el nunca llevar la iniciativa, el dejarse llevar, el considerar que se deben tener más atenciones hacia ella por ser chica, el considerar que siempre le van a ceder el paso o el lugar por todo lo expuesto en el punto anterior, etc.
La madrileña tiene gran habilidad para detectar los asientos libres y ocuparlos, sea en el metro, en una cafetería, biblioteca, etc.
La madrileña cuando sale por la noche se siente una princesa, y cuando se levanta por la mañana se encuentra de nuevo miserable.
La madrileña sale por la noche y va anotando para su propio ego todos los tíos a los que ha rechazado o despreciado, para volverse a su casa infaliblemente sóla, y hacerse quién sabe qué.
La madrileña acarrea el muy antiguo complejo de que, si sonríe o es simpática o habla con algún desconocido, luego la podrán llamar “fulana”.
La madrileña tiene una tendencia a definirse lo primero a sí misma como “sincera”, y luego se suele comprobar que es el ser más mentiroso desde que nació Eva. La madrileña tiende a calificarse a sí misma de “especial”, y luego se comprueba que es más vulgar que una fregona Vileda.
La madrileña cuenta con unas habilidades naturales para llegar a ser falsa y mandona. Algunos síntomas exteriores de esto son: ser pequeñita, morena, tener la voz muy suave o fina (en apariencia), aparecer como extraordinariamente amable sin venir a cuento o por interés, usar un tuno de voz meloso o que suene forzadamente amable.
La típica madrileña se parece mucho con sus semejantes madrileñas (véase las condiciones descritas en el punto anterior), y vistas de lejos se podrían parecer a las chinas: bajitas, morenas, poquita cosa, y con el pelo todas igual.
La madrileña suele despreciar a la gente de campo y a los de provincias, aunque sus padres habitualmente son de Horcajo de la Sierra o de la provincia de Logroño.
La madrileña desarrolla una aversión a entrar en los bares típicos o “de abuelos”, y una atracción irrefrenable a entrar en las tiendas tipo “Blanco”, Zara, etc… A no ser que el mencionado bar sea considerado Fashion, o de La Latina.
Si te encuentras a una madrileña caminando por la calle, lo más seguro es que esté andando desde el último Zara, hasta el próximo “Blanco”.
A la madrileña no le interesa de principio cualquier cosa nueva o desconocida que le pueda resultar “extraña”, a no ser que sus amigos le hayan dicho que es algo “fashion”.
A la madrileña no se le conocen intereses culturales, hobbys, o aficiones propias, más allá de depilarse y ver la tele.
Aún no se conoce el caso de una madrileña que llevara en su coche a su novio a su casa.
Encontrar a madrileñas en tiendas de discos, sitios de prensa o libros, bares con buena música o no de pachangeo, es como encontrar a una especie en vías de extinción.
La madrileña no es muy aficionada a la investigación, la motivación por intereses culturales o temas de darle al coco, sin embargo si les dices algo sin importancia podrán darle veinte vueltas hasta encontrarle el significado “oculto”.
La madrileña tiene una gran habilidad para utilizar el teléfono de su lugar de trabajo, para asuntos “personales”. Que siempre suelen ser el hablar con una miga sobre lo malas que son sus condiciones de trabajo.