
El gilipollas “a secas”. Caso de tener que incluirme en una de estas categorías, cosa inevitable por otra parte, preferiría que se me incluyera en la de gilipollas “a secas”. Pues es este un nivel en el que, por poco que se intente (y se intenta), es fácil caer de vez en cuando (nuestra inevitable herencia humana nos condiciona a actuar cada cierto tiempo en la vida como “auténticos gilipollas” (categoría distinta, por cierto))
El/la que es gilipollas “y en su casa no lo saben”. Esta es una de mis categorías favoritas, pues denota un grado de estupidez difícil de igualar, y que además parece inofensiva y no se muestra claramente al exterior, lo cuál la convierte en mucho más peligrosa cuando esa estupidez sale a borbotones. El hecho de que “en su casa no lo sepan” le da el matiz característico y sustancioso a la cuestión.
Ej: sobre la ministra Magdalena Álvarez alguien le dijo en cierta ocasión “esta es más tonta que hecha-encargo”, a lo que otro alguien respondió: “perdona, no estoy de acuerdo; yo creo que lo que le pasa en realidad, es que es tonta “y en su casa no lo saben”
El “imbécil integral”. El pobre del imbécil integral, hay que decirlo, no tiene escapatoria para su estupidez. Todo él es imbécil en sí mismo, y por tanto, aunque quisiera, no podría escapar de la estulticia, pues como su propio nombre lo dice, no hay parte de su cuerpo descontaminada o ajena a ese mal que afecta a todo su ser. Conviene pues, guardar un poco de consideración al imbécil integral, pues como suele decirse en jerga futbolera “él no quería”. Habitualmente, el imbécil integral no suele enterarse de su propia imbecilidad, y se considera “guay”. (Échese un vistazo por la blogosfera para encontrar ejemplos)
El imbécil redomado. No, se han equivocado en sus presunciones: el imbécil redomado no es una variante del imbécil integral, sino que más bien es un tipo de imbécil al que hay que dejar por imposible, pues ya se le intentó domar una vez, incluso dos, para traerlo de vuelta a la normalidad, pero él se negó y resistió, como si se tratase de un caballo salvaje. En este caso podríamos decir también que es un imbécil-salvaje, o un indomable imbécil.
(esto mismo se dijo del mecánico del Challenger, a quién se oyó exclamar instantes después de la explosión de la nave “…coño, a ver si aquél tornillito de nada sí iba a ser importante…”)
El “tonto y medio”. Este es otro de mis favoritos. Si te dicen “tú eres tonto, y medio”, es que vas muy mal, chaval. Es difícil ser algo más que tonto, pero los tonto-y-medio lo consiguen. Es como la cuadratura del círculo de la estupidez. El “más difícil todavía” de la imbecilidad. ¿Creías que ser tonto a secas ya era malo? Pues atiende: ser tonto y medio, es aún peor.
El “subnormal profundo”. Ahora que la palabra subnormal ha perdido su matiz descriptivo, ya que no es correcta políticamente para describir a lo incapacitados mentales, ahora ya la podemos usar a gusto los que requiríamos insistentemente de ella para describir situaciones y personas que de vez en cuando (perdón, quería decir “habitualmente”) circulan a nuestro alrededor. La subnormal, y el subnormal-profundo (variante de la anterior), son especies habituales que sólo precisan de la situación y el lugar oportunos para salir a la luz.
Ejemplo: ponga usted el que desee.
El “tonto-lava”.
“Kuando un tonto se cae a un bolcan en plena erupcion y se keda hay para siempre” (sic)
Con ésta simpática categoría y definición (encontrada literalmente en Internet) cierro este repaso por hoy, sin saber muy bien si tonto-lava se escribe con b o con v. En todo caso es un tipo de tonto un poco conmovedor, que puede caer hasta simpático, y hay que decir que esta expresión se usa a menudo mientras se da un capón (afectivo o no) al interfecto, y viene a significar algo parecido a decirle “tontorrón”.
...Ojala todos los imbéciles de España fueran simples “tontolavas”.