SÍ. Así es.
Para ésta chica, perderse no era una sensación agradable, menos en la jungla de su ciudad, y siempre que le pasaba, pues la ciudad seguía siendo muy grande, demasiado, para ella, buscaba el refugio del Metro, que con sus líneas y transbordos, e indicaciones, siempre la podía llevar de vuelta a casa… Y a veces, perdida o no, sabiéndose envuelta por un maremagnum de otra gente que, como ella, iba y venía, y se perdía o se encontraba, y caminaba de un sitio a otro lugar, con sus propios problemas, con sus ajetreos… no le parecía sino que, pese a estar toda esa otra gente allí, …, los edificios, los árboles, las ventanas, la ciudad entera, la miraban sólo a ella y a sus problemas; como si fuera ella la única que anduviera por allí en realidad, como si sus problemas fueran los problemas del mundo, pues en realidad para ella, en esos momentos, el mundo se acababa en torno suyo, y no hubiera podido jurar que existiera el mundo también al mismo tiempo en una kasbah de Libia, o en una playa de Papua Nueva Guinea, ni siquiera, incluso, dos calles apenas nada más allá de donde ella caminaba, pues eso era algo que no podía ver…
Y era cierto. Los edificios, que llevaban levantados, según le habían dicho, de mucho antes de que ella naciera, parecían observarla; parecían compadecerla en sus preocupaciones, comprenderla en sus errores; preocuparse por sus decisiones, por las que había tomado antes, y por las que habría de venir a tomar… Y lo hacen, lo hacían, efectivamente, con la sabiduría y experiencia que da el haber visto pasar a tantos antes como ella, con su misma sensación pero distintos problemas… y con la certeza de saber cuantos vendrán después, exactamente lo mismo, igual…
y se lamentan, que lo sé yo, de:
- ver gente que lo único que sabe hacer en la vida es esperar el autobús siempre.
- ver gente que renunció a lo que le gustaba por no tomarse el esfuerzo de buscarlo, y que se conformó con lo que simplemente le llegó.
- que no viéramos lo que teníamos delante de nuestras propias narices. Que no detectáramos lo obvio.
- de ver gente a la que no han sabido aprovechar los demás. De ver gente que no quiso o supo aprovechar lo bueno que tenían los demás.
- …y más cosas que piensan los edificios que ahora no se me ocurren, pero que prometo completar cuando se me vayan ocurriendo…
…Nos observan.
…y les diré por qué lo sé.
Pues bien; alguien me contó la historia de otro alguien alguna vez: tal vez era la historia de una chica, una chica pequeñita que se movía frecuentemente entre un mundo de gigantes (o, al menos, de gente más grande que ella) por la ciudad. Una chica liviana y delicada, que un día que hacía mucho viento, llegó a temer que pudiera salir volando por el aire…
Esta chica de que les hablo, que tal vez sólo sea un arquetipo, o tal vez no, a veces se ponía a andar con sus patitas de cristal por entre la ciudad de moles y gigantes, yendo de un sitio a otro lugar, y tal vez, si la llamaban por teléfono, seguía y seguía, olvidando al colgar que había ido mucho más lejos de adonde ella quería llegar…
Pues bien; alguien me contó la historia de otro alguien alguna vez: tal vez era la historia de una chica, una chica pequeñita que se movía frecuentemente entre un mundo de gigantes (o, al menos, de gente más grande que ella) por la ciudad. Una chica liviana y delicada, que un día que hacía mucho viento, llegó a temer que pudiera salir volando por el aire…
Esta chica de que les hablo, que tal vez sólo sea un arquetipo, o tal vez no, a veces se ponía a andar con sus patitas de cristal por entre la ciudad de moles y gigantes, yendo de un sitio a otro lugar, y tal vez, si la llamaban por teléfono, seguía y seguía, olvidando al colgar que había ido mucho más lejos de adonde ella quería llegar…
Para ésta chica, perderse no era una sensación agradable, menos en la jungla de su ciudad, y siempre que le pasaba, pues la ciudad seguía siendo muy grande, demasiado, para ella, buscaba el refugio del Metro, que con sus líneas y transbordos, e indicaciones, siempre la podía llevar de vuelta a casa… Y a veces, perdida o no, sabiéndose envuelta por un maremagnum de otra gente que, como ella, iba y venía, y se perdía o se encontraba, y caminaba de un sitio a otro lugar, con sus propios problemas, con sus ajetreos… no le parecía sino que, pese a estar toda esa otra gente allí, …, los edificios, los árboles, las ventanas, la ciudad entera, la miraban sólo a ella y a sus problemas; como si fuera ella la única que anduviera por allí en realidad, como si sus problemas fueran los problemas del mundo, pues en realidad para ella, en esos momentos, el mundo se acababa en torno suyo, y no hubiera podido jurar que existiera el mundo también al mismo tiempo en una kasbah de Libia, o en una playa de Papua Nueva Guinea, ni siquiera, incluso, dos calles apenas nada más allá de donde ella caminaba, pues eso era algo que no podía ver…
Y era cierto. Los edificios, que llevaban levantados, según le habían dicho, de mucho antes de que ella naciera, parecían observarla; parecían compadecerla en sus preocupaciones, comprenderla en sus errores; preocuparse por sus decisiones, por las que había tomado antes, y por las que habría de venir a tomar… Y lo hacen, lo hacían, efectivamente, con la sabiduría y experiencia que da el haber visto pasar a tantos antes como ella, con su misma sensación pero distintos problemas… y con la certeza de saber cuantos vendrán después, exactamente lo mismo, igual…
y se lamentan, que lo sé yo, de:
- ver gente que lo único que sabe hacer en la vida es esperar el autobús siempre.
- ver gente que renunció a lo que le gustaba por no tomarse el esfuerzo de buscarlo, y que se conformó con lo que simplemente le llegó.
- que no viéramos lo que teníamos delante de nuestras propias narices. Que no detectáramos lo obvio.
- de ver gente a la que no han sabido aprovechar los demás. De ver gente que no quiso o supo aprovechar lo bueno que tenían los demás.
- …y más cosas que piensan los edificios que ahora no se me ocurren, pero que prometo completar cuando se me vayan ocurriendo…
“Hay una grandeza… (…) en estar tirado, despreciado y olvidado de todos” dijo alguien, seguramente un poeta maldito o alguien así. Algo así les sucede a los edificios: están ahí, olvidados de todos, como en un segundo plano, y sin embargo conservan esa grandeza. Esto es lo que los edificios piensan, y dirían si pudiesen hablar, sobre nosotros, todos los que pasamos por abajo...
5 comentarios:
hey..... gracias por tu comentario, me ha dado la ocasión de venir a patear por tu blog... son tuyos los dibujos? me gustan mucho.
y tienes una sensibilidad muy especial a la hora de contar historias, me has enganchado... :)
Me reconozco en la chica que piensa tanto en sus problemas, que olvida que en beyruth, o en madrid, o a dos calles de su vida corren otras vidas tan parecidas a las suyas... otras viditas paralelas en un mundo inmenso...me da idea para un post, mira... :) te lo dedicaré.
un saludito, que tengas un buen finde...
Mmmmm
yo te iba a preguntar lo mismo, si los dibujos son tuyos.
¿nos observan? yo creo ke siempre alguien nos observa... te estoy observando :P
Hola. no, los dibujos NO son míos (va por myss y sonrisa).
Respecto a la segunda comentarista (que creo que es chica, y no sé p q me recuerda mucho a Candy Candy) espero que te guste el caramelo que me imagino q te estarás comiendo...
Pues te sorprendería saber que eso de Candy Candy me lo decían mucho de pequeña. Por los rizos y el pelo rubio no claro...Era más bien por esa frecuencia en que mis lagrimales tendían a verter un cierto contenido acuoso.
El MMMmmm no era por el caramelo...era pq estaba pensando en si escribir o no lo que estaba pensando...y dejé constancia del "hecho"...
Por cierto...yo incluso creo que los muebles y las puertas de mi casa me observan...
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