jueves, 19 de julio de 2012

GIGANTE



Debe de haber un gigante
Que recorre en la noche
La ciudad
Y lo vuelve todo del revés
Trastocando los edificios
Cambiándolos de lugar
Escondiendo los coches
De los tipos que nunca
Los encuentran

...y nadie lo ve

Debe de haber un gigante
Que se esconde entre los parques
En las copas de los árboles
Se baña de noche en los estanques
Y toca, con su pulgar
En mi ventana
Y baila al son de una música
De mil cien mil ingenuos sueños
Haciéndonos temblar
Al caer

Un gigante, que se esconde
Que sonríe, acto seguido
Tras las alcantarillas
Los carteles
Al pasar yo
Al pasar todos los que se digan “yo”

Que murmura, que hace
Soplar al viento
Al estornudar;
Al bostezar
Mueve las hojas de los árboles
Hace llegar al metro
Vacío de gente

...y nadie lo ve




miércoles, 19 de octubre de 2011

S a n t i

(...)
Santi no era raro. Es el mundo, el que era raro. Era una persona demasiado razonable, para el mundo. Mientras el resto de la gente ni siquiera piensa en ello, ni siquiera se da cuenta, y simplemente vive, él se empeñaba constantemente en entender el mundo. Me fascinaba su voluntad constante de ir a los sitios, a los lugares que no comprendía en absoluto, meterse en el centro del huracán de lo incomprensible, lo más ajeno a él, lo que más daño, en definitiva, por qué no, le pudiera hacer... y tratar de entenderlo.
Me sorprende recordar la forma en que resignadamente aceptaba los continuos desplantes de la vida respecto a él. Ni siquiera resignadamente: los tomaba con absoluta naturalidad. Recuerdo con fascinación cómo asumía con completa normalidad cada una de las jugadas, las continuas burlas y desprecios con que le obsequiaba el día a día, en la persona de sus semejantes, que lo debían de ver simplemente como un ser extraño, estrambótico y por momentos curioso o folclórico, ajeno por completo a sus vidas, enfocadas siempre en alguna otra –e importante- parte. Y ni siquiera pensaba en ello, ni siquiera se percataba de que había sucedido de nuevo. Como si fuese algo completamente esperable. Por ejemplo, me acuerdo de que, de cuando en vez, uno de nosotros lo encontrábamos inesperadamente en la calle, por ejemplo, vagando en sus enajenados paseos, en su aéreo mundo, y entonces, avergonzados, le decíamos algo como “Hombre, Santi; perdona. No respondí a tu última carta. Pero la leí, ¿eh? Y es que he estado muy liado, pero lo tenía precisamente en mente, el responderte...” etc, etc. Y entonces él nos miraba, como no comprendiendo, y exclamaba “¡Ah! ¿Te escribí? ¡Pues ni me acordaba! Ja, ja... no te preocupes hombre, si soy yo, que tengo unas cosas....”

domingo, 3 de octubre de 2010

Con un ave


Con un ave

Va trepando por la cuesta

El soñador ciclista

A sus lados solo piedras

Que antaño fueron canales


Llevaban el agua lejos

O los sueños de la gente

Nadie lo sabe dicen


-pero algunos aseguran

Que de muy lejos vinieron

En aladas estructuras;

Y las gentes que estuvieron

Las líneas les construyeron

Para que allí aterrizaran-


Hay líneas de cien mil millas

Aseguran, por lo menos

Que suben y bajan cerros

Y que aunque el viento borrara

Las rectas no se torcieron


Son parajes solitarios

Y los del pueblo no suben

Nada hallarás –me dicen

Salvo desolación y viento


‘Las piedras hablan de cosas

Con palabras silenciosas’

Una vieja también dijo

Pero vivía sóla

De los corrales lejos

Y de las casas blancas


Yo la seguí por un trecho

Por caminos polvorientos

Para enseñarme una obra

Que de la tierra surge

Y a los que ven asombra

por entre aquellos parajes

cambiaba el día a la tarde

y la bici brillando quedó

junto al camino


caminamos durante un tiempo

que precisar no puedo

paramos los dos

la vieja me señaló

y miré:

debajo de la hondonada

a mis pies se levantaba

y al levantar la mirada

el cielo me pareció

distinto al que conocía


Anocheció y regresamos

Tomé la bici, dejé

A la vieja

Volví a la vida

Y en la habitación, el cielo

miré

Y dormía, cuando soñé

Con un ave

viernes, 23 de abril de 2010

Cuando haya saldado al fin todas mis cuentas...



Cuando haya saldado al fin todas mis cuentas
pendientes
cuando me haya liberado de todos los hilos
y sogas
…cuando el crédito que se agota
en un banco
-lo alcance a cubrir…

Cuando no haya más: “nena, toca correr”
Cuando la alegría de vivir deje de no estar
a la orden del día.

Y se olviden todos los plazos que se pasaron…
y se sobreentiendan todos los asuntos/ no aclarados
sobre mí.
y prescriban todas las decisiones
que no llegué a tomar…

Cuando se acaben por atar todos los cabos sueltos
de todos los episodios
de mi vida.

Cuando empiecen ya a pasar cosas
Cuando pueda dejar de ir salvando
los días.

Cuando el cansancio de lo –sistemáticamente-
no conseguido
se haya superado…

Cuando pueda saber realmente lo que ha pasado
y lo que no ha pasado.
Cuando ya no diga “adiós, vida”; “hasta mañana”
en las noches

Cuando deje de encontrarme tan lejos
de todo
-esperando que suceda cualquier cosa
mientras tal vez se me ocurra algo-

Cuando ya no diga: “nada es tan grave
pero sí todo es tan preocupante”

Cuando abandone la “urgencia siempre presente”
Y la vida sea un poco más agradecida…

y deje de pensar: “todo esto
debería divertirme”…

Cuando la estructura de la vida deje de resultar idéntica
a la de una obra de teatro
en que hay múltiples comparsas
pero un solo protagonista

Cuando abandone al fin los “yo me entiendo”
los “siempre hay algo que hacer”
los “sombras caminan conmigo”…
y los “algo me dice/ que el problema
soy yo”…

Cuando deje de salir de las cosas
para volver a entrar en ellas

y abandone todo el cansado fingimiento
de a diario.
y mis propias barreras mentales

y no me pase los días del frío/ al calor
ni de las sombras / a la luz…

Cuando al fin se me llegue a ocurrir
una brillante idea

Y me quite ese lastre, del que tantas veces supuse
que iba a liberarme
- y aún cargo

(…esperando ese tren que habrá de llevarme
a otro sitio…)

Y el error sea/ …que no hay error
y dejen de fallar todos mis esquemas
mentales

Cuando descarte al fin esa impresión
de que no me sigue nadie…
y abandone la Resistencia
a ser feliz

y no sean más juguetes de una voluntad mayor
nuestros ánimos

Cuando llegue a saber que, certeramente
estoy despierto
Y me encuentre De vuelta al mundo.

Cuando…


martes, 29 de septiembre de 2009

El día que nos partió un rayo...


Recuerdo que estuve un buen rato… un rato muy largo hablando con Mateo, o eso me pareció… con ese sol tan picajoso de la tarde pegándome, al menos a mí, de una forma molesta… y no pude evitar la sensación, sobretodo hacia al final, de… cómo le diría a usted… que alguien agazapado nos miraba.”

“¿Les miraba? Desde dónde.

Desde arriba.

Desde arriba… dónde.

Yo creo… que desde una ventana de la Estación.

¿La Estación?

Eso es.

Pero la Estación debe de estar unos 15 km más arriba… de donde usted dice que estaban…

Pues… no sé. Sería desde una ventana.

Una ventana…

Una ventana de algunas de las casillas que hay por allí.

¿Sería otro pastor…? ¿O alguien que vive por allí?

No. Allí ya no vive nadie más.

(…)

“Dígame… entonces dice que perdió a su mujer hace 5 años… Cómo fue.

Sí. Fue una de las veces que subía el ganado a la montaña.

¿Cuando hacía esto? ¿En verano…? ¿Lo… lo hace a menudo?

Aproximadamente, cada 15 días… A lo mejor me subo 3 o 4 días, si está flojo por aquí… a donde lo verde. Y luego me las bajo.

¿…Subió entonces a la Estación?

No. Sólo subí a la montaña.

Cómo fue lo de su mujer.

Pues… subí como le digo con las vacas… a la parte del Partorral. Que es donde más suelo ir. Bajo del Collado. Esta fresco y verde siempre, y muy pocos suelen ir por allí…

Ahá.

(Silencio)

Osea que hay bastante pasto…

Eso es.

(Silencio)

Siga.

Cuando bajé… se me habían llevado a la mujer.

¿Así? ¿Simplemente?

Como se lo cuento.

…En el pueblo me dijeron… que usted nunca ha estado casado.

Uno de ellos debió de ser. A ver, cómo quiere que le digan otra cosa.

Ya.

(Silencio)

Y qué sucedió arriba. En la montaña. ¿Sucedió algo… o notó algo usted raro, al irse, o antes de bajar?

Sí.

Qué fue.

¿Antes de irme, o arriba?

Cuénteme las dos cosas. Primero una, y luego la otra.

Bueno… la verdad es que los días anteriores… estaba el ambiente raro.

¿Raro?

Sí. Raro. Como cuando se nota… esa especie de “electricidad” en el aire. No sé si me entiende.

¿Como… antes de que empiece una tormenta?

Como… más bien como cuando se está esperando a alguien, y sabes que está a punto de llegar. Pero aún no llega.

Ya. ¿…Esperaban a alguien?

Yo, no.

¿Y su mujer?

Casi pondría la mano en el fuego… que tampoco.

¿Casi?

Sí, casi.

Qué pasó en esos días de antes. De antes de subirse.

Ya le digo, estaba el aire muy raro… como tenso. Sí, eso que dice usted de las tormentas. Apenas pude hacer nada de la faena en esos días. Me los pasé fuera, en el porche, esperando.

¿…Esperando…algo?

No. Sólo esperando.

En el pueblo dicen que se le suele ver a usted en ese porche que dice, casi siempre.

(Silencio)

¿…Y?

Pues no sé… si dicen eso…

Y dice usted que tenía la sensación de que iba a llegar alguien a la casa… ¿Les visitaba mucha gente?

Pues no mucha, la verdad.

¿Cuándo supo usted que alguien había llegado a la casa, y se había llevado a su mujer?

Pues… en la montaña me pasó algo. Como le decía.

Cuéntemelo.

Pues… fue cerca del paso del collado, en el Porcal. Un poco más abajo del Arrallán. Estaba con el rebaño… y me fui a dar unos pasos hacia el monte, por una arroyuela que baja de la antigua presa. No sé si lo conoce.

No.

Es una parte pelada, bastante pelada de cerros y majadas, que ya sube… hacia lo que es la montaña. La montaña de verdad, quiero decir. Queda a este lado de usted del collado… ¿sabe? Es una zona que le dicen las Peñas, y más arriba ya está el Monte Arrayo y toda esa parte.

Ya.

Eso es.

Por allí están los túneles de la antigua vía… ¿no?

Pues no. Los túneles quedan hacia la otra parte, la otra parte del Collado.

…Cuénteme qué le pasó.

Pues estuve caminado un rato arroyo arriba, por estirar un poco las piernas y buscar algunos endrinos y todo eso… Por distraerme, más que nada. Entonces me metí casi de lleno en el circo ese que queda debajo de la presa. La presilla. Es una zona muy amplia, un valle alto, y algo recóndito. Pero es curioso…

Y qué le pasó allí… relacionado con lo de su mujer.

No sé.

¿No sabe?

Que no sé si lo que me pasó está relacionado con lo de la mujer. Pero… para mí… a mí me parece que sí.

Qué fue.

Pues estaba dando unos pasos por allí, como le digo… y la verdad es que era una tarde muy plácida. Hacía buen sol, de ese sol picajoso que le decía… y se movía un poquejo de viento, en los árboles y “todo eso”...y yo me iba fijando en todo eso, un poco distraído… cuando algo me hizo volverme.

Qué fue.

No sé.

¿Pensó que le observaba alguien, de nuevo? ¿Alguien… agazapado?

No lo sé. Tal vez…

Y qué ocurrió.

Como le decía, algo me hizo volver. Miré un segundo. Fue como si me hubiera caído un relámpago, como un “rayo”, de un instante… y luego se fue. Estuve mirando un par de segundos para abajo, hacia el valle y “todo eso”. Y cuando me volví… fue como si toda la montaña retumbara. Como si produjese un estruendo… un ruido ensordecedor, todo alrededor, en todas las rocas, y los árboles.. en todo, ¿entiende? Como un gran temblor, pero sin haber temblor… ¿sabe? Como si viniera de todo eso, de debajo de la montaña, pero no proveniente de la tierra, sino de la misma montaña, de todas las cosas que hay allí… ¿Sabe?

Pues la verdad es que…

Como si… una cosa parecida, a como si todo aquello estuviera gritando mi nombre, todo a la vez, de forma estruendosa… y al cabo de unos segundos de mirarlo, paró.

…Ya.

Lo estuve mirando un rato quieto, a todo eso, pero todo había vuelto a la normalidad. Ya no hacía más ruído.

Es posible… que fuera alguna explosión, de alguna mina o cantera por la otra parte de la montaña?

No creo. No hay ninguna mina por aquí.

Y qué cree que fue.

No lo sé.

¿…Le había pasado antes alguna vez?

Sí.

¿Y qué hizo después?

Nada. Fui a por las vacas, y me las bajé.

¿Bajó esa misma noche?

No. Tuve que hacer noche en la Nava. No se baja de allí en una tarde.

Dice que le había pasado esto alguna otra vez antes.

Sí. Tenga en cuenta que nuestra casa está… Que le hace espalda a la Montaña.

(…)

Me dicen que le gusta a usted también ir a la Estación.

Me parece que hablan mucho… esos.

¿Pero es cierto? Dicen que le han visto por allí, no sé…

Sí, a veces voy.

¿Y eso?

Pues… a veces me gusta.

Se hace raro. Una Estación abandonada, y tan grande…

Al final del otoño, que hay tiempo de libre, y si hace bueno… pues a veces voy. Por allí.

Se me hace raro.

Es un sitio tranquilo.

Pero hay tantos sitios tranquilos por estas montañas… ¿No le apetece más… en esas tardes, bajarse al bar, por ejemplo?

A veces me bajo. Pero no me apetece eso, siempre. ¿Quién le dijo lo de la Estación?

Pues… su amigo Mateo. Por ejemplo. Entre otros.

Ya.

Me han llegado a decir que usted se hace hablando con gente que se figura que hay por allí.

Pues… no sé. Nunca he hablado con nadie. Por allí.

Dígame, ¿por qué le gusta la Estación?

No sé. Es un sitio grande. Está lejos. Y se ve abandonado.

Tres buenas razones.

Digamos que… al no usarse ya para lo que fue hecha… es como si hablara más claro. O justo quizás más oscuramente. De lo que fué.

¿…Si hablara quién? ¿La Estación?

Es un decir. Quiero decir que transmite una sensación... de esas cosas que le digo.

¿Y… ve allí a gente? ¿Se encuentra con alguien?

¿En la Estación?

Eso es.

Pues… no. Nunca he visto a nadie por allí.

jueves, 6 de agosto de 2009

En el Centro Comercial

…Decidí no quitarme las gafas de sol, pensando que así tal vez sería menos reconocible en caso de encontrarme con Clara, o de que ella me viera. Una idea bastante ridícula, pues un tipo con gafas de sol caminando por un centro comercial ya resulta bastante sospechoso y llamativo de por sí. Tomé un ascensor plateado –recuerdo que me fijé en eso-, y una pareja (una vendedora del centro y otro tipo) se subieron conmigo. Ella era bastante jovencita. Dijo:

- Pues he hecho esos dos exámenes, y la verdad es que espero que me salgan bien.
- Ahá –dijo él- ¿…Ah, sí?
- Me quedan otros dos. …Y por eso ahora tengo que aprovechar todo el tiempo que me queda por las mañanas para estudiar…
- Claro.
- …Con suerte apruebo todas las que me quedan de Cuarto… Jo, ¡me haría una ilusión!
- ¡…Que bien! –parecía que el tipo añadía lo que convenía, sin demasiada motivación, pensé. Ella miraba al frente, y él la miraba atento de reojo-
- Jo, si lo apruebo todo… menudo veranito me espera, si las apruebo… tío.
‘¿Veranito?’ –pensé yo. Debía de andar pensando en alto, porque ambos se volvieron. Al fin se abrían las puertas del ascensor, y salimos todos en la planta 4ª, ‘Complementos y Moda Femenina’… de hecho, una voz metálica nos lo anunció. Creí adivinar que el tipo volvía a asentirla con un ‘jo, qué bien’…

‘Joer, parece que no soy el único… que no acaba de aceptar que el verano ya se ha pasado’, venía aún pensando, aunque ya había empezado a andar por los pasillos intentando orientarme entre aquél laberinto de percheros y señoras de tardes desocupadas. ‘Jo, debía de hacer unos cuatro años que no venía por aquí’, pensé para mí, parafraseando de alguna forma a la ‘chica’ del ascensor.

…Creo que lo único que quería era asomarme al lugar, y comprobar que, efectivamente, Clara ya no estaba allí. En realidad, si la hubiera encontrado, no sé qué le hubiera dicho. Nada, porque el que un tipo como yo anduviera paseándose por una planta de complementos de señora o lo que fuera a aquellas horas de la tarde, no tenía ningún sentido ni explicación, a no ser que fuera que me hubiera escapado del trabajo para ir a comprarle unas medias a mi madre…

Otra señorita del centro, de buen ver (y no sólo ver) me miraba divertida mientras yo me sumergía en estos pensamientos, y pensé: ‘joer, no es tan raro que esté yo aquí, ¿no? ¿O será por las gafas de sol?’. Me las quité de un manotazo. Luego volví a mirar hacia la chica, pensando que tal vez me había sonreído por otras razones, pero ella ya estaba a otra cosa. Por momentos, me empezó a sobrecoger la impresión de que todo el mundo allí debía sospechar que yo estaba rondando por alguna causa turbia, y que en realidad no era posible que pensaran que había ido a comprarle unas medias a mi madre. De hecho, no estaba seguro de que vendieran medias en aquella planta. Una sensación absurda –caigo ahora en ello- porque quien más quien menos andaría por allí a sus asuntos…

Por fin, me planté cerca de un pilar recubierto de espejos de esos típicos que tiene ‘El Corte’, y reconocí el entorno de una caja que era en la que Clara solía trabajar. Me miré disimuladamente al espejo: no tenía buena cara –o lo que fuera- así que volví a ponerme las gafas de sol, y de paso me peiné un poco el flequillo. Me asomé hacia la caja: había una señorita de pelo rizado, pero cuando se giró de perfil, pude comprobar que -ciertamente- no era Clara. Luego eché un vistazo alrededor, y en efecto pude constatarlo: Clara ya no estaba por allí.

…Con una extraña sensación como… de paz interior (bastante absurda también), decidí alejarme, y busqué las escaleras a la planta de abajo. …Era de ese tipo de sensaciones que suelen seguir justo a un momento de ansiedad y nervios que se ha pasado (y que tal vez se ha creado uno solito sin venir demasiado a cuento…) como si se hubiera superado una gran prueba, y ya se pudiera ‘vivir’. …Sentía mi cuerpo en una suerte de ebullición, después de haber pasado por un trance de gran agitación, y eso era de alguna forma una sensación reconfortante…

La planta de abajo era de ‘Electrodomésticos y tecnología’ o algo parecido… Pese a todo, debía de ser que los nervios se me habían agarrado en el cuerpo, sin irse del todo, hasta tal punto de que un poco después, y por momentos, sentía ganas de vomitar. Busqué con la vista por si veía los aseos, y me acercaba a preguntarle a un dependiente, cuando mis oídos escucharon algo que hizo detenerse a mis pasos, o titubear al menos. Era una canción que provenía de la zona de los televisores.…

La canción arrancaba con un característico golpear de bajo y batería, muy intenso, casi como si fueran unos cristales rompiéndose, y luego entraba cierta cadencia pesada del bajo, el saxo remarcando una sóla nota, y la voz peculiar del tipo, de un tema que me sonaba muchísimo, pero no acababa de reconocer…y el sonido llenó repentinamente el aire de la planta de ‘electrodomésticos y no se qué más’, …de tal forma que yo me fui inconscientemente casi, diría, hacia el foco de todo aquello.

…Decenas de pantallas repetían todas a la vez –recuerdo- una misma imagen, y también recuerdo que eso me fascinó. Eran unas imágenes muy nítidas, o así me parecían a mí, y más desde la distancia desde la que las miraba, unos 10 o 15 cms máximo. Reproducían el videoclip de la canción, con unos tipos cantando en el desierto, y montando en coche por polvorientas carreteras, …y uno muy peculiar en concreto, calvo y con gafas de sol, cantando en el medio, y entonces reconocí el viejo tema de los Midnight Oil: Beds are burning …La mezcla de la música en sonido envolvente, con las imágenes extremadamente cercanas, sincronizadas y nítidas, y con una suerte de retardo que se producía en los bordes al cambiar de plano, me dejaron como arrebatado por unos momentos, un lapso de tiempo que no podría concretar. Embobado. …Hasta que al poco una vocecita a mi lado casi me susurró:

- ¿Le… le interesa algún modelo en particular?

Casi diría que temblé al girarme e intentar acomodar las dioptrías de mis retinas ‘vagas’ a la borrosa imagen de una chiquita uniformada de pelo rizado que se había plantado a mi lado… ¿cuánto llevaría allí? Creo que me llevó unos dos o tres segundos enfocar la imagen de su rostro, y en esos instantes estaba convencido de que era Clara la que me hablaba. Pero al fijar la imagen, e intentar fijar de paso la taquicardia de mi corazón, reconocí un rostro que no me era conocido (si es que eso es posible). Balbuceé:

- No…Pe-perdón, los baños más próximos… ¿sabe donde están?
- Por el fondo. Tras de las escaleras mecánicas…

jueves, 28 de mayo de 2009

XI. Merodeando de nuevo

En mi trabajo, hay una consigna que te repiten siempre, que se hace imprescindible una y otra vez en las absurdas charlas y cursillos que nos dan, con frecuencia ejecutivos desplazados desde EEUU( con aspecto de conductistas, facha impecable, y gestos rápidos y drásticos), y es: nunca dudes. No dudes, ni mucho menos hagas dudar a un cliente, eso jamás. Ten la suficiente confianza en ti mismo, y sobretodo, si no la tienes, aplícala, sácala de donde sea, para que tus obras, tus acciones y sobretodo –esto es lo más sagrado- tus presentaciones, se revistan ante el cliente de la mayor de las certezas y autoconfianzas posibles. También nos dicen que procuremos aplicar estos criterios a nuestras vidas personales (disculpen, pero no me suele gustar hablar demasiado sobre mi trabajo, así que no me extenderé al respecto…)

Una vez, sin embargo, se me ocurrió, desdichado de mí, levantar tímidamente un dedito al final de una de esas charlas (yo que en el cole siempre me sentaba atrás y jamás abría mi boca si no era imprescindible) y preguntar: “oiga… ¿y qué ocurre si uno no está seguro, o tiene… digamos… fundadas dudas de que el producto que le está ofreciendo al cliente como la panacea, no va a ser realmente lo mejor para él?”

Fué el acabose. El tipo conductista yanqui de la americana se echó las manos a la cabeza, como dejándome por imposible, y no sé muy bien qué más pasó, creo que directamente dio por acabada la charla, como diciendo ‘estos no se han enterado de nada’ entre el revuelo que se había armado, y se largó. Creánme que alguno de mis compañeros aún me habría de haber felicitado como a un héroe, que no lo hicieron, y sin embargo sí recuerdo la mirada desaprobatoria de mi jefa desde el estrado…

…Ahora bien, yo me pregunto: –de nuevo, como hice entonces- …si no estás seguro, si no estás cien por cien en la certidumbre de que lo que estás vendiendo, de que lo que estás haciendo, es lo mejor, lo que deben hacer con sus negocios, con sus vidas –o con la tuya- en cada caso… ¿debes amarrarte a una certidumbre de algo que es sólo una creencia y decirles ‘tome, debe de hacer esto; esto es lo que usted necesita y nada más’? Seguramente sí. …Seguramente lo que hace funcionar al mundo es el ensayo y error; el que se reviste de certidumbre, el que prueba, que se pega la hostia… y luego vuelve a empezar otra vez (si vuelve), frente a la mente privilegiada tal vez, que se pasa el día valorando las opciones, dudando de que nunca sean las adecuadas y finalmente, por pura probabilidad, desechándolo todo y no haciendo nada.

Disculpen la omilía, pero en estas mismos devaneos mentales andaba yo esta tarde, a eso de las 6, cuando decidí que haría caso a los monitores ‘conductistas’ de mi empresa, que siempre me dicen que nunca debo dudar. Decidí que no les llevaría el dossier a los de INOTECS. O al menos, que esta tarde, no.
(...)